Hay gente con miedo, temor y hasta pánico. Los miedos se acumulan, la lista crece, pero ¿cuánto crecerá? O ¿cuánto dejaremos que crezca? No sólo es el miedo causado por la inseguridad, también están el generado cuando se nombran las palabras arrasar, aniquilar o pulverizar, el de quedarnos sin agua ni electricidad, a que el dinero llevado a casa no cubra el presupuesto familiar y pare de contar. Recientemente otro miedo ha aflorado y, aunque siempre ha existido, no era tan evidente como lo es ahora, es el miedo a opinar.
El tratamiento recibido por Álvarez Paz y Guillermo Zuloaga, que por opinar pasaron por la fiscalía para quedar uno preso y otro con una serie de medidas en su contra, tienen que poner a pensar mucho a muchos en relación a lo que se dice o escribe. Lo picajoso de ciertas personalidades hace que la autocensura sea tomada en cuenta muy seriamente al expresarse de manera oral o escrita. Las palabras de Álvarez Paz y Zuloaga hirieron susceptibilidades, fueron consideradas como delitos, (no sé si con razón o no), de allí se desprende la situación actual de cada uno de ellos. Anteriormente Leopoldo Castillo y Rafael Poleo habían visitado la fiscalía por las polémicas opiniones del segundo y aunque no pasó de ser sólo una visita, seguramente están en la mira si reinciden. Las actuaciones en contra de quienes opinan de manera “molestosa”, probablemente altere la pasión y el ánimo de opinar públicamente por eso de “rehusar a hacer aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso”. Y vaya que opinar se ha convertido en una actividad dañosa, arriesgada y peligrosa.
A los miedos mencionados se le suma uno mayor que raya en el terror, lo están sintiendo aquellos que no comulgan con las políticas del gobierno, que desean unidad para las próximas elecciones del mes de septiembre, ese miedo no es otro sino el que produce el hecho de pensar que los partidos opositores no logren un consenso para ir en bloque a las elecciones parlamentarias. De no concretarse la tan ansiada unidad, significaría terminar de perder la credibilidad en los “líderes” de la oposición. El momento es histórico por las connotaciones del próximo proceso electoral, si no hay unión la derrota es inminente.
A los partidos de oposición no les ha bastado todo lo que han visto. Deben entender que unidad no significa pensamiento único, la unidad opositora la convertiría en una fuerza capaz de vencer democráticamente a aquellos que hablan de arrasar, aniquilar y pulverizar a los partidos de oposición. Las advertencias del adversario van sin ambages ni circunloquios al decir “vamos a radicalizar el proceso” o “nada nos detendrá”. Parece que lo sucedido hasta ahora no es suficiente para lograr la unidad. Se han dado buenos pasos para unirse, pero falta y ¿saben algo?, sería muy triste que no se logre la armonía para asistir como una sola pieza a las elecciones y que el gobierno ni siquiera tenga la oportunidad de aplicar aquello de “divide y vencerás”.
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